Me quedé mirando la puerta con total indiferencia. Por favor, ¿en serio creía que sus palabras podían afectarme de algún modo? Yo sabía mejor que nadie cómo era mi familia, que los utilizasen contra mí era una grandísima pérdida de tiempo.
Me acerqué a un espejo y traté de adecentarme un poco antes de salir de allí. Observé mis labios, rojos y ligeramente hinchados por culpa de esa invasión del espacio personal a la que la gente común llamaba beso e hice un gesto de asco.
Miré a los ojos de mi reflejo y éstos me devolvieron una mirada fría, indiferente e impasible. Perfecta, como debía ser. Tras esto salí de allí sin un rumbo concreto.