Tranquilidad, gloriosa tranquilidad. Había una sola y exclusiva razón por la que existía esta hermosa sala común: alejarse del resto de personas que se hacían llamar magos.
No podía evitarlo, a cada instante se me venían más de mil y una formas de hacer sufrira los incompetentes que me rodeaban.
Y aunque mis padres y hermanos hubiesen ido a Gryffindor y Ravenclaw, había un desprecio dentro de mi ser cada vez que veía a alguno de sus integrantes, cierto era que había alguno que se libraba, ¿pero cuántos? Ni yo misma sabía si merecían la pena o no.
Me tiré en el sofá, mirando al techo e intentando alejar los malos pensamientos de mi mente, pero... realmente... ¿quería alejarlos?